El “I CHING” constituye el más antiguo de los
textos clásicos del pensamiento chino y su antigüedad puede situarse entre los
años 1.000 y 2.000 A. C.
Para los chinos significa
la fuente de consulta ante cualquier decisión de importancia ya que puede
indicar en cada momento la dirección correcta para actuar.
Por una serie de
manipulaciones se establecen dos trigramas resultantes de la combinación de
líneas rectas y cortadas. Cada uno de ellos tiene su explicación hasta
completar un total de 64 posibilidades diferentes.
Quien lo consulta con
respeto y atención a lo que el I Ching pueda indicarle encuentra en su texto
una apreciación ponderada de su actual situación y recomendaciones para su
conducta futura.
No se trata de un libro de adivinación, de una bola mágica que muestre el futuro, ni nada parecido. Simplemente que de acuerdo a la concepción china, adoptada por muchos occidentales, en los 64 hexagramas se resumen todas las posibilidades vitales.
La manipulación de
varillas o monedas pone en contacto al individuo, un microcosmos específico,
con el todo, el macrocosmos: el resultado, la palabra del I Ching se encuentra
a través del hexagrama que se construye mediante las varillas o monedas.
El I Ching usa
fundamentalmente las imágenes, algunas asociadas con la antigua mitología
china, otras con la poesía, las instituciones sociales y religiosas, incluso
con arquetipos o momentos históricos específicos.
El psicólogo C. Gustav
Jung calificó el I Ching tanto como una técnica de oráculos -auxilios para el
futuro- como un método de exploración del inconsciente.
En el mundo occidental
considerable parte del esfuerzo humano se encamina a combatir o restringir la
posibilidad de peligro que implica todo cambio.
Para la mentalidad china, en cambio, cualquier momento que se tome como punto, de observación es en sí mismo resultante de toda una cadena causal que abarca hasta los detalles más mínimos del devenir anterior.
Al tirar las monedas o
manejar las varillas se hacen presentes todas las posibilidades. Una parte, que
para la mente occidental puede parecer insignificante, entra en contacto con el
todo y adquiere por ese contacto las cualidades del momento. El hexagrama que
se obtiene indica las cualidades dominantes al momento de su origen.
Los 64 hexagramas (seis
líneas) son otros tantos instrumentos para comprender el significado de otras
tantas situaciones básicas. La verdad del hexagrama emana de las condiciones
físicas del momento en que se obtuvo, en que se construyó línea por línea. De
acuerdo a la tradición china se trata de "agentes espirituales" que
de una manera misteriosa dan un sentido de respuesta a las manipulaciones, una
verdadera alma.
Aunque el occidental no
entiende la esencia de tales conceptos, se encuentra con que la situación que
describe "su" hexagrama corresponde a "su" momento vital.
El “por qué” permanece sin respuesta.
El I Ching, no requiere
interpretaciones particulares, ni artificios, ni conocimientos particulares
para su consulta. Cualquiera que aplique su sentido común puede entender el
sentido de las respuestas. Ello tiene especial aplicación en cuanto al sector
oculto, al inconsciente del hombre.
El I Ching no encara
fundamentalmente el problema de realizar o no, determinadas acciones, sino el
cómo, la manera correcta apropiada de realizarlas. Por otro lado, no ofrece
pruebas ni resultados: simplemente se abre a quien desea consultarlo, sin poner
más exigencias.
En China, el I Ching constituyó -y sigue vigente como antaño- parte esencial de la vida diaria. Con frecuencia se veía en las esquinas a un anciano que libro y varillas en mano estaba presto a leer el antiguo Libro para dar consejo e información al pasante. Sus símbolos sirven de adorno en las casas, lo mismo que sus sentencias.
El I Ching no adivina, deduce, saca conclusiones. Sus respuestas son el resultado natural de una observación que abarca el tiempo, el tipo de situación y también a la persona que solicita la respuesta. Nada queda excluido; y es en estas circunstancias donde es posible entender el I Ching. Todo esto es bastante diferente de lo que solemos pensar normalmente. De hecho, para nosotros, el futuro es una cosa lejana, tan completamente apartada de nuestro tiempo y de nuestro espacio, que el mero pensamiento de formar parte de él nos parece absurdo. Jung dijo que el I Ching, se comprenda o no, es un precioso documento humano. Esa es la realidad. Pero no debemos pensar en documento como reliquia histórica, arqueológica, o testimonio póstumo. Al contrario. El I Ching es el libro del presente y del porvenir, un libro que no tiene edad porque se ocupa de cosas que están más allá del tiempo.
Cuando apareció hace
aproximadamente tres mil años, de la mano de cuatro sabios, entre los que se
encontraba el rey Wen y su hijo, el duque de Chou, sólo era una simple
recopilación de signos destinados a servir de oráculo. Pero no es sólo esto lo
que ha permanecido.
El I ching atravesó los
siglos, con su humanidad y su sabiduría abiertas a todos. El confucionismo y el
taoísmo tuvieron en esta obra sus raíces, y la tradición civilización china se
inspiró en él para llevar a cabo sus obras más nobles y duraderas.
A traves de los siglos ha llegado hasta nosotros, vivo y con plena actualidad.
El I Ching debe ser, para
quien lo lea y lo consulte, una guía, una solución a sus dudas, un instrumento
vital.
Y nacido para esto, es para lo que el I Ching sigue vivo y se transmite de generación en generación a través de los siglos.
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